viernes, 7 de febrero de 2014

EL PODER DE UNA SONRISA


EL PODER DE UNA SONRISA

Había una vez un hombre junto al camino que se sentía totalmente abatido.

 Un caminante lo vio y le sonrió.
 Para aquel hombre que había perdido toda esperanza y se sentía abandonado, aquella sonrisa le causó un tremendo efecto.
 El pensamiento mismo de que había alguien que le mostraba afecto al mirarle con aquella sonrisa, le dio nuevos ánimos.
En aquel momento, recordó a un amigo que no había visto desde hacía tiempo, y le escribió una carta para anunciarle que lo visitaria pronto.

                    El amigo estaba tan feliz al recibir aquella carta que le dio diez rupias a una mujer pobre que vivía cerca.
La mujer compró un número de lotería con aquel dinero. Y mira por dónde, ¡ganó el primer premio!
 Cuando volvía a casa con el dinero del premio, vio a un pordiosero enfermo que yacía en medio de la calle.
 Entonces pensó: "Gracias a Dios he recibido este golpe de suerte.
Voy a utilizar algo de ese dinero en ayudar a este pobre hombre." Llevó al hombre al hospital y pagó su tratamiento.

Cuando el pordiosero salió del hospital, vio a un cachorro abandonado que tenía frío y hambre, y apenas podía caminar. El cachorro lloraba lastimosamente y el pordiosero se sintió conmovido.
 Levantó al cachorro, lo envolvió en una pieza de tela y encendió un pequeño fuego junto al camino para que se calentara.
 Compartió su comida con el pequeño perro, que tras estos cuidados enseguida recuperó su fuerza.
                    El cachorro siguió al pordiosero.
 Aquella noche, el hombre paró enfrente de una vivienda preguntó si podría pasar allí la noche.
La familia permitió que el pordiosero y el pequeño perro durmieran en el porche. Durante la noche, el pordiosero y las personas que vivían en la casa se despertaron por los incesantes ladridos del cachorro.
 Descubrieron que la casa estaba en llamas, casi a punto a afectar a la habitación del bebé.
 En el último instante, pudieron rescatar al niño y, todos unidos, pudieron apagar el fuego.

                    Vemos como una buena acción conduce a otra.
 Al dar refugio al mendigo y a su perro se salvó la familia.
El niño creció y llegó a la santidad. Innumerables personas encontraron alegría y paz a través de su cercanía con aquel santo. 
                    Si analizamos esta historia, veremos que todas estas obras buenas se originaron en la sonrisa de una persona. Aquella persona no gasto ni una mísera moneda, todo lo que hizo fue sonreír a un hombre que se encontró en la calle.

 Y aquella sonrisa afectó a la vida de mucha gente..
 Aquella única sonrisa iluminó la vida de los demás. 
                    Incluso las cosas más pequeñas que hagamos por los otros, pueden aportar una gran transformació n social.
 Puede que no seamos conscientes de ello en ese momento, pero cada buena obra otorga sus frutos.

Por tanto, deberíamos asegurarnos de que hacemos cada acción de un modo que beneficie a los demás.
Incluso una sonrisa tiene un inmenso valor. Y una sonrisa no nos cuesta nada. 

                    Nadie es una isla solitaria. Todo vivimos unidos como los eslabones de una cadena.
Seamos conscientes de ello o no, incidimos en los demás con nuestras acciones.

 Los cambios que se produzcan en un individuo, se reflejarán en otras personas. 

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