CONSECUENCIAS EMOCIONALES DE LOS HIJOS NO DESEADOS
Las consecuencias emocionales que sufre un hijo no deseado pueden producir algunos trastornos afectivos a lo largo de la vida del hijo(a), ya que toda persona requiere ver satisfechas sus necesidades de afecto, seguridad y estímulo, y éstas tienen mayores posibilidades de cubrirse cuando hay aceptación y convencimiento de la paternidad/maternidad, aunque no necesariamente ello garantice la estabilidad emocional.
El no desear a un hijo es un factor de riesgo importante para la presencia de problemas afectivos, más no es irreversible, y no se puede generalizar sobre estos efectos, ya que depende de cada menor, de su personalidad, fortalezas internas, de otros apoyos emocionales, familiares y sociales, de la actitud del padre, madre o ambos frente al hijo(a) en las diferentes etapas de su vida, así como del nivel de rechazo que se proyecte sobre ella o él.
Los hijos(as) que viven privaciones afectivas durante su infancia pueden enfrentar una serie de limitaciones para construir la confianza en sí mismos y en los demás. Los primeros lazos afectivos son tan importantes como el propio cuidado físico. El afecto es una necesidad que se centra en el contacto corporal a través de las caricias, abrazos, apapachos o miradas; también se da a través de la relación continua en donde prevalece una atmósfera de amor y aceptación. Este tipo de conductas, durante los primeros años de vida, generan un estado que se ha llamado apego, mediante el cual se va dando un lazo único con la persona que lo cuida directamente y esto va conformando un sentido de identidad. Se considera que el apego es fundamental para el desarrollo a futuro de la persona, por lo que resulta de vital importancia los primeros contactos afectivos del niño(a) y el tipo de relaciones que establezca durante su infancia.
El mensaje de aprobación o rechazo que recibe en niño(a) en las primeras etapas de su vida son fundamentales para edificar su autoestima bajo estructuras sólidas o frágiles. Para que exista una relación positiva entre padres e hijos es importante que éste último sea aceptado de manera incondicional. Algunos menores no viven un rechazo directo sino que viven una relación incompleta, deficiente y ambigua; lo que fácilmente conduce a una relación difícil, a una identificación defectuosa, a una deficiencia en el cumplimiento de las necesidades emocionales y físicas del hijo(a), a una incomprensión de su comportamiento y un pobre o inexistente intercambio afectivo entre ambos.
Uno de los efectos más claros de los hijos(as) no deseados en su vida adulta es la incapacidad para dar y recibir amor de forma sana. Aunque el amor es una cuestión innata que surge del interior de cada persona, el saber darlo y recibirlo de forma saludable está determinado en gran medida de acuerdo a las primeras experiencias de vida. Durante la infancia, la persona recibe un bagaje importante que le servirá de cimiento para saber amar y esto sentará las bases para el tipo de relaciones que establezca en su adultez.
Cuanto mayores sean estos sentimientos y más áreas abarquen mayor será la autovaloración de la persona. Hay que resaltar que la egolatría no es un signo saludable de autoestima ya que enmascara un sentimiento de inferioridad, disfrazado en el sentirse tan autosuficiente que se “aplasta” y desvaloriza a los demás.
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